Ver
como desaparecía el infierno al que se veía sometido el Real Madrid a cada
visita al Reyno de Navarra refleja perfectamente la situación en la que estamos
en Liga.
De
espejo servía también un Kaká que faltando el respeto a aquellos que confiaron
en él –una vez más- no duraba ni 10 minutos en el terreno de juego.
Lamentarse
de la derrota es obligación, pero lamentarse por la pérdida de puntos, después
de lo visto, es absurdo. La Liga, pese a que lucharemos hasta el final por ese
gen único de no rendirse nunca que te otorga el vestir la camiseta blanca, está
perdida. La actitud de algunos jugadores, la mala suerte, la falta de esa chispa
que nos caracterizaba y la persecución atentatoria a nuestro entrenador,
provocando un ambiente de crispación en todos los ámbitos, la justifican en cierto
modo.
Lejos
de lamentarnos, busquemos la solución.
Y la
solución pasa hoy por el Bernabéu.
Que
mejor contrincante que un rival histórico como el Valencia. El odio que expiran
hacia nosotros, las ganas intrínsecas de ver al gigante blanco vencido sólo
harán que se levante y resurja para vencer.
Y
sólo lo conseguiremos si todos estamos convencidos del equipo y del entrenador
que nos hicieron soñar levantando la mejor liga de la historia de nuestro
fútbol. Juntos, sin envidias ni rencores, como reza nuestro himno, debemos de
levantarnos siendo fieles a nuestra historia y hacer ver a los jugadores que
creemos en ellos. Que sabemos que lo lograrán.
Se
hace difícil olvidar que estamos a mucha distancia del Barça en Liga, pero al
igual que ellos olvidaron que les sobrepasamos en 2008 con, recordemos, un pasillo histórico rindiéndose al campeón y
acabando a 18 puntos con jugadores como Xavi, Iniesta, Eto´o, Ronaldinho o
Messi, debemos de seguir hacia delante. Agarrando todas estas derrotas y
sirviéndonos de ellas para, con rabia, luchar hasta el final.
Que
Piqué nos descalifique, que Rosell se ría de nosotros alegrándose públicamente
de los arbitrajes, que todos los medios de comunicación inventen y difamen
contra nosotros, sólo debe de servir de aliento para nuestro orgullo, manchando
así, como decía Bernabéu, nuestra camiseta de sudor, sangre o lágrimas, pero
nunca de vergüenza.
Sólo
juntos lo conseguiremos.
Y lo
haremos.
¡Hasta
el final, vamos Real!
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